La entrada de hoy no la escribo yo, la escribe Ángela, que debuta hoy con un cuento MUY, MUY, REAL. Espero que os guste tanto como a mi.
No hace mucho tiempo, en un Reino junto al mar habitó una joven cuyo nombre es imposible recordar, se perdió en la fiereza del viento y con el devenir de las mareas. Esta es la historia de una Flor pequeña y hermosísima, tan blanca y pura que cegaba a aquellos que la miraban con los ojos de sus almas.
Un mal día, la minúscula Flor amaneció ajada, sus colores casi extintos. En su pecho anidaba una extraña criatura que, poco a poco, emponzoñaba su interior obscureciendo su brillante luz…se apagaba, pese a los esfuerzos de los Hechiceros de aquél lugar.
La joven lloraba y era presa de la más negra desesperación, asiendo día y noche aquel frágil cuerpo, deseando que aquel abrazo lograse sujetar su vida, que escapaba a raudales , susurrando palabras de aliento, consuelo y amor. Alguien atendió a sus súplicas. Un Brujo poderosísimo que con tan solo una mirada era capaz de convertir en estatua de sal aquello que contemplaba.
Aquel “Ser de Poder” convocó a la joven Madre para transmitirle un mensaje:
“Tu Flor se está apagando”…Poseo un remedio que podría hacer que desaparecieran sus males, tan solo una advertencia, este puede salvarla…o agotar definitivamente sus fuerzas. Tú, ¿confías en mí?. A cambio tan solo pido un beso. No uno cualquiera, debe ofrecerlo una auténtica Princesa.
La joven, solo acertó a responder con un asentimiento. ¿Qué valerosa Princesa se prestaría, siquiera acercarse a aquél Mitológico Ser?, resonaba en su atribulada mente.
Ambos se encaminaron al lecho donde yacía, la cada vez más marchita Flor.
Ella aprendió a reconocer a Magos y Hechiceras, la habían visitado tantos que su atuendo les delataba.
Inclinó su cuerpo hacia el de ella con una mirada glacial en sus ojos y elevando su voz de trueno preguntó:
Y tú, ¿confías en mí?.
La pequeña alargó su manita y acarició la tibia piel del Brujo e incorporando su débil cuerpo besó su rostro. Del pecho de este “Ser” escapó el sonido más poderoso que jamás se hubo escuchado…Su risa!.
Tras tres jornadas de cuidados, conjuros y amor, la florecilla abrió sus pétalos desplegando toda su hermosura.
La joven nunca se atrevió a agradecerle sus esfuerzos, no fuese a transformarla en piedra.
La vida siguió su curso, aunque las olas continuaron rompiendo en las bellas costas del Reino…pero esas son otras historias.
Dedicado a la Doctora Quiñones, al Doctor Antonio Atienza y a todos los PROFESIONALES DE LA MEDICINA que nos atendieron en el “Hospital Universitario Puerta del Mar (Cádiz) “, a sus abuelas y al resto de la familia de la Princesa. Hago extensiva esta dedicatoria a la totalidad del Personal Sanitario a cuyas manos pueda llegar este relato.
No puedo expresar agradecimiento de otra forma. No sé hacerlo.